La Ley es un espejo precioso, PERO los espejos NO limpian a las personas, el espejo muestra las imperfecciones, las manchas, los defectos, la suciedad, pero un espejo NO te limpia, ni te lava, ni te purifica, ni te perfecciona . . . el espejo puede ser santo, puede haber sido apartado por Dios y para Dios, pero hay un problema y el problema NO es el espejo, el problema NO es la Ley, el problema es lo que refleja el espejo, el problema SOMOS NOSOTROS. La Ley nos muestra que somos pecadores, pero NO puede hacer NADA debido a nuestra debilidad:
“Pues lo que la ley NO pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo . . .”
Romanos 8:3
¿Cómo nos limpiamos? En realidad nosotros NO nos limpiamos, es la preciosa sangre del Pacto Eterno la que nos limpia, nos lava y nos purifica . . . la preciosa sangre del Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo.
El espejo nos muestra la necesidad que tenemos de que alguien pueda quitar las manchas de nuestra vida, de que alguien pueda sanar nuestro corazón, de que alguien pueda restaurar nuestra alma, por eso, el espejo nos señala a la única persona que lo puede hacer: Jesucristo, gracias a Él y a su sangre preciosa, nuestras ropas son emblanquecidas, nuestras almas son restauradas, nuestros pecados son perdonados y nuestras vidas son transformadas.
"Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados CON SU SANGRE, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.”
Apocalipsis 1:5 y 6